Sobre Tiga, mi maestro en arte

Jean-Claude Garoute, llamado Tiga, fue la persona que me abrió a las múltiples posibilidades que ofrece el arte. Lo conocí en 1996 cuando estaba residiendo en Haití con el padre de mi hija recién nacida. Para mi fue como encontrarme con Tiga, fue como encontrar un flotador en pleno naufragio, una bocanada de aire en un ambiente asfixiante, en el que me era difícil adaptarme de lo que parecía.

Por aquel entonces, Aristide acababa de volver a retomar la presidencia de su país y las calles estaban llenas de carros de combate de la ONU, soldados, miembros de ONGs y un cuerpo diplomático reducido, al cual pertenecíamos.

También se respiraba esperanza y mucha vida en las calles llenas de vendedores, mujeres lavando la ropa, basura, etc. La verdad es que pasear era difícil tarea, y más con una bebe recién nacida. Yo me sentía encarcelada en una jaula de “oro” custodiada por guardias. A los 28 años, fue una experiencia dura para mi, irme a un país extraño, de los más pobres del mundo, con un idioma nuevo, una cultura muy diferente a la mía, sin mi circulo de amigos ni familiares.

Haití es un país que bulle de creatividad, su artesanía se vende en todo el Caribe y su arte también, en especial sus pinturas. Muchas tratan de las típicas escenas de mercado, son las que los turistas que vuelven de República Dominicana traen en sus maletas, como trozos de paraíso multicolor que les recordarán sus vacaciones en un complejo hostelero en primera linea de playa. Esas pinturas llaman mucho la atención a primer golpe de vista, pero a fuerza de verlas una y otra vez, empezaron a aburrirme y fue cuando descubrí a Tiga.

Sus cuadros me intrigaron desde un principio, incluso me emocionaron. De aquella yo no sabía mucho de arte, solo lo que había estudiado en el bachillerato y mis excursiones a los museos y grandes exposiciones de Bruselas y Paris. Mi prima Paola de Miguel que es pintora me vino a visitar y en cuanto vio las pinturas de Tiga, quiso conocerlo. Y ya no me acuerdo cómo, pero a los dos días estábamos en el espacio donde el enseñaba la “rotation artistique” a unos cuantos niños. Fue un encuentro mágico. Fue entonces cuando decidí tomar clases de pintura con él.

Jean-Claude Garoute (Tiga).

Tiga no solo era pintor, sino también ceramista, animador, ergo-terapeuta, filósofo, músico, joyero y diseñador. A él le gustaba llamarse agitador. Nació en Puerto Principe en 1935 y fue criado por su tío Hamilton Garoute que le ofreció una educación abierta a la expresión artística. Rápidamente dio muestras de maestría con la cerámica y de 1956 a 1958 enseña en varios colegios e instituciones de Puerto Principe. En 1959 lo nombran director del museo de la cerámica de Puerto Principe y organiza la participación haitiana en el Intercambio Cultural Mundial de la Cerámica en la Academia Internacional de Cerámica de Puerto Principe.

En 1960 se vuelca hacia la pintura y con otros jóvenes artistas crea la “Nouvelle Ecole d’Art moderne”, con ella irá al festival de Artes Negras en Dakar en 1966. Allí conoce a André Malraux, ministro de cultura del gobierno francés. En 1968 crea el centro cultural Poto Mitan, con el escultor P. Vilaire y el pintor W. A. Casimir, un verdadero laboratorio de ideas y técnicas innovadoras. Ahí es donde empieza a desarrollar un método para llevar el arte a los niños “la Rotation Artistique”, empleando tambores, pintura, tintas y arcilla. Se trata de dejar el niño ir libremente según su inspiración e impulsos hacia los diferentes medios, el tambor para la música y la expresión corporal, la pintura, la arcilla y la tinta para el dibujo y la escritura; y desarrollar así una expresión creadora sin limitaciones.

La experiencia de Poto Mitan lo anima a crear con Maud Robart, en 1972, a las afueras de Puerto Principe la primera comunidad artística rural de Haití, la escuela Saint-Soleil. Para André Malraux “la experiencia la más sorprendente y la única controlable de la pintura mágica del siglo XX”. En medio de las gallinas y de las cabañas, Tiga y Maud Robart construyen un taller, estrechan lazos con los habitantes, campesinos, artesanos, niños, les dejan sus pinceles, pinturas, pigmentos, telas y arcilla y los invitan, una vez la jornada de trabajo acabada, a abrirse a sí mismos, a la expresión espontánea, al canto, al baile y al despertar mediante la práctica de todos los artes. Ninguna directiva, ningún consejo técnico son dados, se trata de tomar consciencia del acto de creación. La expresión es lo primero, totalmente libre, la experiencia de la creación sagrada, habitada por los Loas, los espíritus, se nutre de las creencias sagradas del vudú.

Pintura de Levoy Exil.

Fascinado por la experiencia, André Malraux, ya enfermo y al final de su vida va en 1975 a visitar el lugar en busca de arte bruto. En su último libro “L’Intemporel” (Ed. Gallimard), reemplaza el capítulo sobre Goya y lo cambia por el arte vudú y Saint Soleil .

“Hacia 1972, el museo de Puerto Principe exponía un conjunto enigmático de cuadros alejados de la escuela naïf y del arte occidental y solo se sabía esto sobre ellos: campesinos, albañiles, casi todos analfabetos encontraban su único medio de expresión en la pintura, el segundo era el espectáculo, commedia dell’arte o psicodrama; en una palabra Saint Soleil (Santo Sol) como si la libertad se aclimatara aquí, hasta en sus aventuras insólitas, la experiencia más sorprendente y la única controlable de pintura mágica de nuestro siglo: la Comunidad de Saint Soleil” . Y qué era esa pintura de Saint Soleil, desconcertante incluso en este país donde cada uno pinta como le place… No se trata de naïfs. ¿Enfermos mentales? Faltaban los colmillos del enredo, el material que hace que su pintura sea una pintura encadenada. Niños? No suelen pintar al óleo…” 

André Malraux

Tiga decía que el arte era una energía infinita esperando a manifestarse a cualquier hora y cuantas veces fueran necesarias a las persona para encontrar su equilibrio y crecer. Para él ayudar a las otras personas a crear es el mejor camino para ello. Para él, el arte daba libertad y educación.

El siempre me decía que había encontrado su arte en su pueblo. Decía que cuando el espíritu del arte ha penetrado una nación, ese pueblo no es ignorante ni iletrado.

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