Comienzo esta aventura de escribir gracias a un bello encuentro. Dos que, a través de las charlas sobre sus vivencias en la naturaleza, se conectan con una mirada cómplice, Reina D´Hoore y yo.
Reina me habla de cómo es su recolecta, unas veces fortuita y otras con el propósito de búsqueda. Pero, ante todo, lo que observo es que posee una característica a mayores, pues en ella se establece “el gran vínculo”, dado que sólo tres personas se dedican a ello. Reina D´Hoore y sus progenitores. Justamente quienes le dieron la vida.
Ellos tres son los que aportan la mirada en los paseos por campos y bosques. Los que abren una mano y recogen el inicio del fruto de la obra de la artista: Huesos. ¿Sólo son eso?
Su recogida esta motivada por una pulsión artística que valora a la muerte como parte inefable de la otra cara de la moneda: La vida.
La tarea comienza mediante la limpieza con cuidado de un “material encontrado” que formó parte de la vida salvaje.
Ahora, mediante el proceso artístico de manipulación humana se suma a lo salvaje el inicio de una nueva lectura: atender al ciclo natural enfatizando el final lógico que solemos soterrar en occidente: La muerte.
La artista añade retales de pan de oro a sus objetos encontrados, “objet trouvé”, e interviene estos huesos de animales para aportar su sentido de lo sacro y la muerte. No hay ningún disimulo, es su modo de relacionar lo que quedó como huella de la vida con la muerte y su peso. La intervención como respuesta aporta una memoria a mayores que nos dice que hasta en la belleza del mundo natural la muerte está presente y forma parte inherente de esta vida que nos acompaña. “Et in Arcadia ego”.