Uno de los libros que más me han interesado últimamente es “El arte como terapia” de Alain de Botton y de John Armstrong editado por Phaidon. Lo podéis encontrar en la Casa del Libro.
Me ha cautivado el modo en que los autores han elegido las obras y el análisis de las mismas para ilustrar la metodología que aportan. Para ellos, el arte tiene siete funciones: el recordar, la esperanza, la tristeza, el reequilibrio, la autocomprensión, el crecimiento y la aceptación.
Su visión del sentido del arte y lo que cuenta como buen en arte en sus diferentes lecturas, es decir tanto técnica, política, histórica, efectista y terapéutica, me parecen muy acertadas. En el libro incluso sugieren cómo debe comprarse, venderse, estudiarse y exhibirse el arte.
¿Cómo debe exhibirse el arte? Los autores sostienen que deberíamos recuperar la idea de definir un programa artístico que se enfocaría a fines estrictamente humanos y no supra-naturales como en el pasado.
Los artistas serían invitados a seguir una misión didáctica:
- ayudar a la humanidad en su búsqueda por el autoconocimiento,
- la empatía,
- el consuelo,
- la esperanza,
- la autoaceptación,
- la realización.
Las preguntas “¿de qué se trata el arte?” y “¿para qué es el arte?” ya no serían opacas. Aún habría, por supuesto, artistas mayores y menores, pero sería obvio qué pretenden, y su beneficio para la sociedad sería más fácil de comprender y defender.
El programa que proponen es hacer exposiciones o poner obras especificas:
- en lugares que necesiten corregir creencias, pérdidas de perspectiva;
- dar alternativas;
- recordarnos las luchas cotidianas universales;
- servir de catalizador para la calma y el estoicismo;
- refutar la errónea obsesión con el glamour que promueven los medios en nuestras sociedades comerciales;
- alejarse de la rutina, la falta de vida interior, la esterilidad y el cinismo deliberado;
- ayudarnos a superar las extraordinarias dificultades que tenemos para imaginarnos a nosotros mismos en otros periodos de la vida distintos a aquel en el que nos encontramos;
- no vivir sin sentido, sino motivarnos a mantener en mente nuestras prioridades, tan fácilmente sumergidas en las preocupaciones cotidianas;
- corregir la ignorancia de los procesos de trabajo fuera de nuestras esferas profesionales específicas y demostrar los beneficios que se pueden encontrar ahí;
- recordarnos los costos de que las organizaciones comerciales pueden imponer a la humanidad, corregir la abstracción numérica;
- re-humanizarnos en los ojos de cada quién;
- corregir la tendencia hacia la depresión nacional;
- motivar una clase inteligente de orgullo colectivo.
En el momento actual, pienso que es necesario re-pensar la función del arte y Alain de Botton y John Armstrong nos proponen una visión terapéutica muy acertada.
¡Os invito a leerlos! Y también a apuntaros a sesiones de arte como terapia que empezarán en A Coruña en enero 2023. Más información aquí.