Todas las personas, o casi todas, perseguimos la felicidad de alguna manera; en el fondo, todas deseamos amor y que nos amen por quienes somos. Para ello empleamos muchas estrategias, sí, somos bastante creativas. Y esas estrategias son más o menos conscientes.
Queremos alcanzar la perfección, ese lugar en el que sí nos amarían, ese top.
Esa perfección, que podríamos llamar autoexigencia, puede adoptar diferentes hábitos, algunos más o menos reconocibles, que pueden resultar dolorosos. Incluso recurrimos a sustitutos como el bótox, el alcohol, las redes sociales, etc.
Se trata de alcanzar ese ideal inalcanzable, en el que piensas que, cuando lo alcances, serás la mujer o el hombre que querías ser y entonces serás feliz, estarás en paz. Y los objetivos se alcanzan: tienes una casa, una familia, un buen trabajo, viajas, brillantez, quizás fama, pero nunca eres suficiente. Y poco a poco o de repente, dependiendo de cómo seas, te das cuenta de que no eres tan feliz, te sientes sin motivación, apático, solo, aislado en medio de la gente, insatisfecho, no sientes, necesitas cada vez más intensidad. Te preguntas quién eres, porqué vives de modo tan automático que ya piensas que la vida es así… ¿o no?
Toda persona construye (inconscientemente) su manera de llegar a la perfección, al ideal, al TOP.
¿Y cómo hacemos esto? Desde la más tierna infancia, cuando empezamos a complacer a mamá para recibir su atención o a cabrearnos, a mostrar lo bien que lo hacemos a papá, a seducirlo para recibirla, o a callarnos y tragar para que no nos noten, a ser el niño o la niña buena, a aislarnos… Podemos adoptar muchos comportamientos para no sentir la angustia y el dolor de no sentir el amor de nuestros padres o figuras parentales.
Esos comportamientos, fijaciones y pensamientos inconscientes conforman nuestro carácter, nuestra coraza y nos alejan de nuestra esencia. Solo cuando estamos en contacto con nuestra esencia somos nosotros mismos, nosotras mismas y nos habitamos, estamos en intimidad con nosotras mismas.
Unos se construyen una coraza de seres perfectos, otros de personas atractivas y ayudadoras, otros de personas exitosas y trabajadoras, siempre centradas en hacer, otros de personas auténticas y especiales, otros de personas superconocedoras de un tema, especialistas, otros de personas correctas, de personas valientes, otros de “buenas” personas o de malotas, otros de jefes y conquistadores, otros de conformistas, de guays… y, si rascamos detrás de esas etiquetas, encontramos vacío.
Un vacío lleno de exigencia por alcanzar esa cima, un vacío que no llena tener éxito, dinero, salud, familia… Qué triste y doloroso…
Y es que estar en lo mundano o aislado a veces puede ser lo mismo.
Lo interesante es la búsqueda de identidad, el «quién soy» sin todo eso, y poder compartirse desde ahí. En un proceso de terapia Gestalt se va llegando a verse, escucharse, conocerse más allá de la coraza, en el aquí y ahora. Para que no andes en piloto automático o, al menos, para que lo conozcas más y puedas elegir qué hacer o no hacer en cada momento de tu vida. Para ser tú misma y, por ende, ser feliz.
En realidad no se trata de buscar el Amor fuera sino de encontrar dentro de ti las barreras que has construido hacia él.

Si sientes que es el momento de un cambio, no lo dudes toma contacto conmigo.