De los recuerdos más vividos y alegres que tengo de mi infancia, sin duda puedo decir que muchos están relacionados con la naturaleza.
Los juegos en el bosque con mis hermanos y primas, los paseos con mi padre, la playa, pescar en el río con mi abuelo… todo eso me daba seguridad, felicidad y mucho juego. Era la protagonista de mi vida.
Y es que el contacto con la naturaleza vigoriza nuestro cuerpo, calma el alma y permite que nuestro corazón se asombre. Estamos más cerca de nuestra esencia intuitiva. La naturaleza nos da espacio, paz y reflexión y permite la presencia de nuestra conexión con la tierra.
Sabías que una escasez de contacto con la naturaleza como suelen tener las nuevas generaciones hace que sufran trastornos de estrés y depresión. (Richard Louv 2005).
¡Además es peligroso! Pues no sabrán sobre ecosistemas, es decir de los biotopos al cual pertenecen su organismo. Porque al fin y al cabo no dejamos de ser un organismo más en la naturaleza y por mucho cemento que haya vivimos en el planeta Tierra.
La visión occidental de la naturaleza es la de que el hombre está por encima de ella, es una visión mecanicista, sin embargo en la visión oriental, la naturaleza forma parte de un todo, es una visión holística. Y en estos tiempos de pandemia podemos experimentar esta visión más global e integral. Un simple bichito, la COVID19 ha cambiado nuestra manera de vivir de una manera bastante drástica.
Durante miles de años, en Occidente se pensó el mundo de manera diferente. Nuestros mitos y relatos nos cuentan una visión del mundo diferente en el que todo lo que puebla el universo tiene alma y energía espiritual, es decir, las personas, los animales, las montañas, los árboles, los ríos, las rocas, el viento… Nuestros mitos y relatos atribuían esa espiritualidad a la naturaleza. Véase el mito de A Moura en Galicia, donde se le atribuye haber construido el paisaje, habitar fuentes, ríos…
Quizás volver a la naturaleza, sea realmente nuestra naturaleza… La teoría del vacío del budismo sostiene que no hay nada entre el hombre y la naturaleza, que todo es Uno… Y que la única certeza en la vida es que todo cambia (transitoriedad).
Para comprender la naturaleza, como para comprendernos, pues al fin al cabo no dejamos de ser organismos, es necesario la apertura de los sentidos, contemplar, escuchar, oler, probar, tocar. Ese es el Camino.
El bienestar de la naturaleza es el bienestar de la humanidad.
¿Cómo buscas tu bienestar? Te acompaño en ese Camino.
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