¿Viajar para re-encontrarse mejor?

Para muchos, el verano significa viajar. Aunque en estas épocas viajar sea un arte. ¿Qué buscamos cuando viajamos? Un retorno a las fuentes, sol, otros paisajes, naturaleza… todas las razones son buenas para irse. ¿El alejamiento de la vida cotidiana no sería ante todo una manera para reencontrarse a si mismo?

Espiritualidad

Muchos de nosotros elegimos, en verano, hacer una peregrinación. Mi ciudad, Santiago de Compostela, es uno de los lugares con más éxito de Europa. ¿Porqué tantas personas tienen la voluntad de caminar? Para muchos peregrinos, la aventura es espiritual.

Por definición el peregrinaje es un viaje que hace un creyente hacia un lugar santo, un lugar de devoción considerado sagrado por su religión, un elemento esencial en la vida del fiel. El hecho de tomar parte, en un momento dado de su vida a un acto universal es también una manera de dar significado a su existencia.

El modo de vida adoptado durante el peregrinaje es tan importante como el caminar. Dejar los suyos, comer y dormir fuera, los encuentros… son elementos inherentes al peregrinaje, incluso necesarios, romper con la sociedad es una condición intrínseca del camino.

¿Pero está siempre la espiritualidad en el centro del peregrinaje? Para muchos peregrinos de hoy en día, los encuentros son la razón principal de su viaje. Los peregrinos están motivados por una voluntad de interacción. El individuo se enriquece por estos encuentros, se abre al mundo y refuerza su propia identidad.

Afirmar su existencia haciendo parte de un acto universal es una motivación compartida por muchos peregrinos que puede que sobrepase la motivación religiosa.

Verdad

Muchas personas más que comunicarse con Dios buscan comunicarse con la naturaleza. Desde hace un tiempo están de moda los viajes de “naturaleza”, de “vuelta a los orígenes”, viajes que consisten en vivir en la naturaleza sin elementos de la vida cotidiana. Y claro nada mejor que vivir sin agua ni electricidad para conseguirlo. Los viajes por muy originales que sean siempre tienen largos momentos pasados en restaurantes o de compras, lo que finalmente no nos permite romper con nuestras actividades cotidianas.

Comer plantas, dormir en cabañas en los arboles, purificar su agua,… son cosas que normalmente no hacemos en el día a día. Pero seguir ese camino, en su lejanía la más total con el consumo ¿no es romper con lo que es nuestra sociedad? Los viajeros son unánimes en ese punto, viajan no  para aislarse  sino para encontrar, no para desapegarse sino para abrirse.

Paradójicamente, el desapego de nuestros modos de vida cotidiana es necesario e indispensable para el encuentro y el intercambio.

Hacer una inmersión en otra cultura compone dos aspectos casi opuestos: no renegamos de la propia cultura, descubrimos otra. Es el principio del enriquecimiento cultural que se crea en la diversidad.

Para muchos viajeros, el viaje consiste en desapegarse de los aspectos materiales para enriquecerse de los aspectos humanos. Por eso, el alojamiento en casa del autóctono funciona muy bien. Descubrir otra cultura sin ver el modo de vida de sus habitantes, de los hombres y mujeres que la componen ¿es eso viajar? Viajar en un país en vía de desarrollo, comiendo y durmiendo en estructuras idénticas a las nuestras, ¿es  eso viajar?

Turistas y viajeros están opuestos. El viajero viaja a una cultura desconocida como un miembro de esa sociedad, sin voluntad colonizadora y sin renegar de su propia cultura. El viajero parte para enriquecerse y para entender y experimentar modos de vida diferentes. Para muchos, las culturas de los países en vía de desarrollo son “culturas preservadas”, son el reflejo de lo que era la cultura occidental antes del capitalismo y la globalización. El ideal que tienen como motivación es descubrir o redescubrir valores, desconocidos o perdidos, religiosos o morales, esos valores son el símbolo de las culturas que los poseen. Ir al encuentro de esos valores es una de las maneras de calmar la sed de verdad.

Soledad

Para otros, las vacaciones son el momento ideal para aislarse, no para buscar a Dios ni para recorrer civilizaciones en búsqueda de nuestros valores perdidos. No les gustan los turistas, ni el turismo, ellos se van para encontrarse solos. Aunque muchas veces ese viaje se hace en pareja… ¿Y quién no ha soñado irse a una isla desierta, descubrir un lugar olvidado por todos como si fuera un Robinson Crusoe voluntario? ¿Qué significa esa necesidad de soledad?

Escapar de la vida cotidiana es sin dudas la primera motivación de todo viaje. ¡Pero tampoco hace falta aislarse para ello! Alejarse de la sociedad como entidad política, económica y humana se acerca a la voluntad de vivir en armonía con la naturaleza, aislados de todo lo que tiene que ve con lo humano. ¿A lo mejor estamos en búsqueda de calma? El hecho de no oír, ni ver a nadie puede a veces ser salvador. ¿Pero es eso deseable? ¿Aislarse para acercarse a si mismo es solo posible mediante la soledad física y moral? El tema de la introspección mediante el viaje es una pregunta recurrente en los viajeros. En el fondo… ¿Para quién más que nosotros mismos viajamos? ¿El viaje cultural, turístico o humanitario no sería finalmente una manera de contestar a necesidades que tenemos, bien sea encontrarse con autóctonos o ayudar a pueblos en necesidad? ¿No es eso una forma de egoísmo? El viaje como aislamiento es igualmente un paréntesis en la vida social del individuo, un momento propicio a la introspección, al estudio de uno mismo. En ese sentido, el retiro espiritual aparece como el medio más sano de aislarse entre los demás, estar solo en el medio de todos. La combinación entre la búsqueda de Dios, el descubrimiento, el retorno a los orígenes y el aislamiento. El perfecto equilibrio entre el viaje interior y exterior.

Peregrinaje, encuentros o aislamiento son diferentes aspectos de la experiencia del viaje. En un origen muy diferentes estos aspectos terminan por mezclarse y el viaje sea el que sea emana de una voluntad personal, y egoísta, aunque los fines sean altruistas.

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